Existen problemas de salud mental que pueden aparecer durante la primera infancia y que, además, pueden tener serias consecuencias en el aprendizaje, la competencia social y la salud física a lo largo de la vida. Los niños pueden mostrar trastornos de ansiedad, déficit de atención, impulsividad, problemas de conducta, depresión, estrés post-traumático y discapacidades del neurodesarrollo, como el autismo, entre otros. La forma en que se manifiestan estos síntomas y cómo se procesan las respuestas en los más pequeños es distinta a cómo lo hacen niños mayores, adolescentes y adultos, por lo que el diagnóstico puede ser más difícil de realizar. Esto podría explicar la escasez de estudios en niños y niñas de menos de 5 años, lo cual limita nuestra comprensión sobre la salud mental en la infancia temprana.
De los pocos estudios disponibles, podemos decir que 1 de cada 5 niños entre 1 y 5 años presentan algún trastorno psiquiátrico que requiere atención de salud. Lamentablemente, muchos de estos estudios se han realizado en países desarrollados, económicamente estables y sin situaciones de conflicto social o violencia, por lo que es esperable que estas prevalencias sean mucho más elevadas en países en guerra, con extrema pobreza o en niños de familias que han tenido que migrar forzosamente.
Epigénesis, un término complejo pero necesario
La psicopatología del desarrollo, que es la rama de la ciencia que estudia estos problemas de salud mental, ha utilizado el término “epigénesis probabilística” para dar cuenta de cómo estudiamos la aparición de estos trastornos en la población infanto-juvenil. En pocas palabras, este concepto indica que los factores que influyen en el bienestar y el desarrollo de un individuo a lo largo del tiempo van haciendo más o menos probable la aparición de una patología.
Las experiencias traumáticas durante la infancia, incluido el maltrato, la exposición a la violencia doméstica y la interrupción de las relaciones de apego, son factores de riesgo significativos para el desarrollo que conducen a vulnerabilidades y dificultades posteriores de salud mental. El estrés tóxico que generan las respuestas biológicas fuertes, frecuentes o prolongadas a la adversidad, pueden dañar la arquitectura cerebral todavía en desarrollo y aumentar la probabilidad de que se produzcan problemas de salud mental.
Proteger la salud mental en los primeros años de vida: un llamado urgente
La evidencia muestra que los problemas de salud mental a temprana edad tienen serias consecuencias en el corto y mediano plazo. Los niños con problemas de salud mental tienen un mayor riesgo de dificultades en la escuela y con sus compañeros, desafíos para participar en el empleo en el futuro, problemas de consumo de alcohol y otras sustancias de abuso, ruptura de relaciones, violencia familiar, actividad delictiva, delincuencia juvenil e incluso suicidio.
Por ejemplo, un estudio longitudinal que siguió a una cohorte de niños entre 1 y 4 años mostró que dos tercios de los que tenían problemas emocionales y de comportamiento durante los primeros años continuaron teniendo dificultades psicopatológicas, demostrando precisamente que los problemas socioemocionales iniciales pueden ser persistentes si no se les identifica oportunamente y se hace una intervención temprana efectiva.
Por esta razón, es crucial implementar intervenciones preventivas y tempranas basadas en evidencia. El bienestar de los niños pequeños está directamente relacionado con la conducta de sus cuidadores. Cuando las relaciones en estos contextos son confiables, receptivas y de apoyo, pueden proteger a los niños de los efectos adversos de factores estresantes.
Fuente: Jorge Gaete / blogs.iadb.org