En los últimos años, y posiblemente a raíz de la pandemia, se ha hablado más de salud mental en los medios de comunicación. Se ha hecho hincapié en la necesidad de visibilizar este derecho a la atención sanitaria ante los posibles desajustes emocionales que podemos experimentar a lo largo de la vida.
Cualquier persona que necesite ayuda pensaría en el tratamiento médico especializado (psiquiatría) o el tratamiento psicológico especializado (psicología clínica). Pero ¿por qué se habla de diferentes tipos de terapia como la conductista, psicoanálisis, terapia familiar, Gestalt y un larguísimo etcétera de tratamientos, escuelas y modelos? ¿Son iguales este tipo de terapias para el estrés postraumático, al abuso de sustancias, la ansiedad o la impulsividad?
Diferentes enfoques para lograr un mismo objetivo
Hace unas fechas observé un dibujo que representaba las diferentes construcciones piramidales conocidas a lo largo de la historia. Desde el Zigurat de la ciudad de Ur (Iraq), las clásicas pirámides egipcias de Giza, la pirámide del Sol (México) hasta las halladas en Java o China. Todas son representaciones variadas, a menudo distantes entre sí, con fines diversos en su concepción, pero que debieron enfrentarse a problemas similares en su construcción. Se dieron, por tanto, soluciones diferentes a problemas técnicos y de diseño, pero con una finalidad que debía preservarse.
Volviendo a las terapias psicológicas, a menudo puede sorprender la variedad de teorías, escuelas y formatos de intervención. Estas representan formas diferentes de aproximación a fenómenos muy complejos.
Quizá la respuesta a la pregunta que da título a este artículo debe ir antecedida de una mínima explicación para que cobre sentido. Si para construir una pirámide hemos reconocido diferentes diseños, abordajes y soluciones, de manera similar puede suceder con el sufrimiento humano.
Primer paso de la terapia: ¿decidir qué modelo se adecua a su problema?
Solemos ligar inmediatamente la piscoterapia al psicoanálisis porque históricamente fue uno de los primeros intentos por construir un modelo de intervención a partir de la teoría de Freud. Durante esos mismos años también se hicieron las primeras aportaciones por parte de la psicología conductual.
Estas dos propuestas no podían ser más diferentes. El psicoanálisis propuso un tipo de profundización psicológica, con una técnica determinada y un énfasis en el origen intrapsíquico (conflictos, recuerdos, traumas). Por su parte, los modelos conductuales situaron la mirada en el ambiente, siendo el aprendizaje (en sus variadas leyes) el origen y mantenimiento de estas dificultades.
A partir de estos dos puntos clave, situamos la variedad de aportaciones extraordinarias que derivaron de una u otra corriente. Con enfoques intermedios encontramos la psicología humanista, considerada durante mucho tiempo la tercera vía (entre el psicoanálisis y el conductismo). Con el tiempo, han sobresalido la psicología cognitiva (segunda ola de las terapias cognitivo-conductuales) o los modelos contextuales más recientes (como tercera ola).
Esta rapidísima mirada al panorama terapéutico basta para empezar a preguntarnos por dónde comenzar. Cuando queremos buscar a un profesional, ya tenemos por delante la ardua tarea de lidiar con lo que nos sucede. Ahora, además, hay una variedad de corrientes o escuelas (tanto en psicología como en psiquiatría) entre las que elegir.
¿Qué evidencia científica hay detrás de la psicoterapia?
En los últimos años, la ciencia ha buscado evidencias de terapias que sean eficaces para diferentes trastornos y en qué condiciones lo son. Es decir, qué formatos, número de sesiones necesarias, si se aplican componentes a más de un trastorno, etc.
Así han surgido diferentes guías que ponen de manifiesto los modelos de intervención psicológica que tienen evidencias de eficacia por haber sido contrastados y sus grados de recomendación.
Estas contribuciones evidencian que la terapia cognitivo-conductual aborda con buenos resultados una gran mayoría de los trastornos. Estas evidencias proceden de los estudios controlados aleatorizados (ECA) y diferentes metaanálisis que permiten analizar numerosos estudios y muestras con metodología comparable.
Sin embargo, el problema no queda resuelto, bien porque estos resultados proceden de contextos que no son los clínicos cotidianos, bien porque los manuales de sus programas pueden parecer muy rígidos. Pero también porque lo esencial de cada modelo (componentes específicos) no es lo único que interviene.
Componentes beneficiosos comunes en todas las terapias
El psicólogo Saul Rosenzweig ya había señalado en 1936 que en las psicoterapias se dan unos factores comunes beneficiosos. Como las diferentes pirámides antes señaladas, intervenciones muy distintas pueden tener componentes de peso que resultan favorables. Por ejemplo, la confianza en el terapeuta, la calidad de la relación entre el paciente y la persona terapeuta o la confianza en la terapia o la expectativa de mejora.
De aquí proviene la dificultad de captar toda la esencia de la psicología como ciencia. Actualmente, se intenta dotar de rigor a las intervenciones pero reconociendo también que ciertos factores emocionales y relacionales de quien pide ayuda son importantes en el resultado de la propia terapia. No en el sentido del “todo vale”, sino teniendo en cuenta el papel del clima de confianza y seguridad para el paciente para analizar las dificultades y ensayar soluciones.
Esto explicaría por qué hay intervenciones con resultados favorables a pesar de que sus principios terapéuticos y técnicos no han alcanzado respaldo en la investigación o, directamente, no se hayan evaluado lo suficiente. Es el caso, por ejemplo, de la psicoterapia psicoanalítica, a pesar de su escasa evidencia científica.
Terapias con mayor evidencia científica
En definitiva, una de las terapias que la ciencia ha demostrado más útiles es la llamada cognitivo-conductual, que pone énfasis en los procesos y contenidos de pensamiento para incrementar el control sobre el estado emocional en una gran diversidad de trastornos.
De la misma forma, otros modelos de intervención exitosos se han centrado en la regulación emocional, específicamente en trastornos de la personalidad, como la terapia dialéctica comportamental.
Por su parte, la terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR) también ha obtenido buenos resultados. Esta hace una reevaluación del estímulo traumático con estimulación simultánea bilateral (aunque se desconoce realmente cómo funciona).
Otros modelos de terapia persisten hoy día encaminados a la exploración y expresión de las emociones resaltando la realidad de la experiencia, del presente y de la responsabilidad (como la terapia Gestalt). Otras se centran en ámbitos muy concretos, como la terapia familiar sistémica (o de pareja), aunque sus beneficios y resultados disponen de menor respaldo empírico.
Más ciencia para la psicología
Nos queda mucho que conocer y es posible que la terapia psicológica vaya por el buen camino al someterse al análisis científico, pero todavía se sitúa en momentos muy iniciales.
Como se ha dicho, sabemos de terapias que son eficaces en general, pero sabemos mucho menos sobre qué componentes son los fundamentales y cómo funcionan. Además, es necesaria mayor difusión de los resultados, una mayor divulgación para entender no solo la enorme variedad de trastornos, sino un mejor conocimiento de la intervención.
Quizá la pregunta que da título a este artículo evidencia la desconexión entre el ensayo controlado, la Universidad, los colegios profesionales y la sociedad en general. Mientras tanto, esta confusión será (y ya es) aprovechada, naturalmente, por pseudoterapias como el reiki, las esencias florales, terapias regresivas o las constelaciones familiares, por mencionar algunas.
Con todo lo dicho, es comprensible que la pregunta inicial no tenga todavía una respuesta cerrada y satisfactoria. Siempre se dice que la psicología es una ciencia joven, pero quien precise psicoterapia debe tener en cuenta las evidencias que van reuniéndose, dar importancia a la formación y a la experiencia profesional. Complementariamente, la psicología ha de tener en cuenta las preferencias, posibilidades y circunstancias de las personas que necesitan la ayuda psicológica.
Fuente: Juan Francisco Rodríguez-Testal / theconversation.com