- Un profesor en psicología ofrece cuatro motivos por los que mucha gente apoya a un mal jefe
- Asegura que esta es una tendencia humana normal, y que muchos actúan por interés
- Anima a reconocer tanto a un buen empleador como a uno tóxico
Si algunos jefes, aquellos con un comportamiento más tóxico hacia sus empleados, son tan terribles, ¿Por qué todavía hay personas que les siguen en lo que hacen? De acuerdo con el profesor de liderazgo y psicología organizacional de Claremont McKenna College, Ronald Riggio, esto tiene que ver con la forma en que funciona la mente humana.
Riggio ha dedicado casi 30 años a investigar y enseñar este tópico, mientras servía como consultor para varias docenas de organizaciones. Añade que muchos jefes de este estilo no poseen la capacidad para liderar, debido a que suelen ser narcisistas, a que no les importan realmente sus empleados, y a que no consideran a los demás ni la moral a la hora de alcanzar sus objetivos.
No todo el mundo puede saber que tendrá un jefe tóxico en su entrevista de trabajo, pero igualmente una vez entran pueden ser devotos a ese mal líder durante meses, e incluso durante años. “Suele corresponder a nuestras propias tendencias humanas; les estamos manteniendo al mando”, asegura Riggio.
El profesor aporta sus cuatro motivos por los que la gente sigue a jefes tóxicos:
Confundir arrogancia y narcisismo con la fuerza
La fuerza y la confianza pueden ser unas habilidades de liderazgo importantes, pero de acuerdo con Riggio a veces la gente confunde el narcisismo y la arrogancia con la fuerza.
Un estudio de la Universidad de Ámsterdam asignó aleatoriamente en 2011 un líder a diferentes grupos de participantes. Acto seguido, encomendó a cada grupo a realizar una tarea colectiva, y finalmente al terminar deberían valorar a su líder. Los resultados mostraron que los líderes mejor valorados eran aquellos más narcisistas, incluso cuando estos inhibían la comunicación y el buen funcionamiento del grupo.
Esa cualidad de un jefe hace pensar a sus seguidores que siempre tiene la razón, lo que hace que nieguen la ayuda de otros y que, por tanto, no aprendan de sus errores, sentencia Riggio. “Nos sentimos atraídos hacia esa gente que parece competente, que muestran que pueden estar al mando y llevar ese rol de liderazgo”, explica. “Pero estos pueden ser narcisistas, y las cosas pueden irse de las manos”.
La “pereza cognitiva”
Si alguna vez se estuvo ante un mal jefe, probablemente se habrá pensado: “No me apetece hacer el esfuerzo de enterarme de cómo manejar esta situación. Suena agotador”. En estos casos, lo siguiente que se suele pensar entonces es que el jefe no lo hace tan mal, situación que Riggio llama “pereza cognitiva”. “Nos volvemos perezosos y solemos aceptar las cosas como son”.
Cuando un mal jefe hace algo mal, la gente les suele aprobar en vez de hacerles responsables, porque creen que, de todos modos, las reglas no son para él. Esta espiral puede provocar que el jefe desarrolle incluso peores prácticas, al sentir que no sufrirá ninguna consecuencia por ello.
Riggio puntualiza que la gente también tiende a confiar en otros cuando estos son similares a ellos. Si parece que los compañeros de trabajo apoyan al mal jefe, entonces uno puede sentirse forzado a seguir el grupo, en lugar de oponerse. Si se da esta situación, entonces quien ostenta el liderazgo podría mantener el poder sin ser cuestionado.
Igualar buenos resultados con un buen liderazgo
Para algunos, su jefe puede ser un gestor tóxico, pero quizás para otros sea quien produce resultados positivos, como aumentos en los beneficios o acuerdos de ventas importantes. Riggio aclara que: “Para esos líderes, el fin justifica los medios. Si parecen efectivos, la gente no se cuestiona cómo llegaron hasta donde están”.
Algunos malos jefes pueden parecer efectivos a la hora de alcanzar objetivos, pero ello suele implicar “daños colaterales”, como la aparición de lugares de trabajo tóxicos al tratar sin respeto a sus empleados, o llevando a cabo decisiones poco éticas, según el profesor de psicología.
Una investigación de la Sociedad para la Gestión de Recursos Humanos muestra cómo un ambiente de trabajo negativo tiene un efecto perjudicial en el balance de una empresa, especialmente el coste de facturación, si esos malos tratos desembocan en trabajadores que abandonan la organización.
Disfrutar el poder de asociación
Los jefes suelen mantener el poder dentro de un grupo. De acuerdo con Riggio, alguna gente permite y apoya incluso los peores atributos de un gestor porque espera ser recompensada por su lealtad, por ejemplo mediante un aumento salarial o un ascenso.
“Un mal líder atrae a secuaces que le rodeen, porque a este tipo de empleados les gusta estar relacionados con un individuo poderoso”, concluye Riggio.
Así, el profesor de psicología recomienda a la gente que intente reconocer estas tendencias, para saber así si se encuentran ante un jefe tóxico. También ayuda el entender cómo es, por el contrario, un buen jefe: alguien que alcanza los objetivos a la vez que limita el daño colateral, muestra preocupación sincera por sus trabajadores y acepta la ayuda y los comentarios críticos de los demás”. Riggio dice que estos jefes “Dejan un equipo mejor que como se lo encontraron”.
Fuente: Iago Eguileta / eleconomista.com