A lo largo de la vida, nuestra personalidad no es un “grabado en yeso”, sino un tejido en constante evolución. Aunque muchos sostienen que los rasgos básicos se mantienen estables a lo largo de la adultez, la evidencia científica muestra que, en realidad, experimentamos cambios sutiles pero significativos que se acumulan con el tiempo.
¿Qué es la personalidad y cómo evoluciona?
La personalidad se define como el conjunto de patrones de pensamientos, emociones y comportamientos que caracterizan a cada individuo. Durante cortos periodos –por ejemplo, en el transcurso de unos años– puede parecer que permanecemos inalterables. Sin embargo, estudios longitudinales revelan que a lo largo de décadas nuestros rasgos evolucionan. Este proceso, denominado principio de madurez, implica que con la experiencia y el paso del tiempo tendemos a ser más estables emocionalmente, empáticos y adaptativos, aunque en algunos casos pueden aparecer tendencias hacia la rigidez o incluso problemas emocionales en la vejez.
Factores que impulsan el cambio
1. Experiencias vitales y eventos significativos
Las vivencias personales, como cambios laborales, relaciones, pérdidas o crisis, tienen un papel crucial en la transformación de la personalidad. Estudios han demostrado que eventos de transición en la vida, incluso en la edad adulta, pueden provocar modificaciones en rasgos como la extraversión, la amabilidad o el nivel de ansiedad.

2. Influencia del entorno y la cultura
El ambiente en el que crecemos y vivimos moldea nuestro carácter. La interacción social, la educación y las normas culturales actúan como catalizadores para ajustar nuestros comportamientos y actitudes, permitiéndonos adaptarnos mejor a las demandas del entorno.
3. Factores biológicos y epigenéticos
Aunque la genética aporta una base estable, investigaciones en epigenética conductual han revelado que nuestras experiencias pueden modificar la expresión de los genes relacionados con el comportamiento. Estos cambios, que no alteran la secuencia de ADN, sí pueden influir en aspectos como la respuesta al estrés o la regulación emocional, permitiendo un grado de plasticidad en nuestra personalidad.
Evidencia científica
Estudios de gran envergadura –como los publicados en Psychology Today y en revistas especializadas– confirman que los rasgos de personalidad pueden cambiar con la edad. Investigadores han seguido a individuos durante décadas y han observado que, aunque hay estabilidad relativa, la maduración conlleva un aumento en la estabilidad emocional y en la capacidad para afrontar las adversidades.
Además, se ha constatado que intervenciones basadas en la psicoterapia y en el entrenamiento en habilidades emocionales pueden favorecer cambios positivos en la personalidad, lo que abre la puerta a la posibilidad de que, con esfuerzo y apoyo, podamos moldearnos de manera consciente para enfrentar los retos de la vida.
Fuente: noticiadelaciencia.com