Muchas personas notan que las emociones les causan un nudo en la garganta que les impide expresarse.
Más de una vez nos habrá sucedido que sentimos que las palabras “nos hacen un nudo en la garganta”. Esto puede ocurrir en diversas situaciones; quizás, cuando consideramos que aquello que tenemos para decir puede herir al otro y preferimos quedarnos callados. Otras veces, el no conseguir expresar nuestras emociones podría tener causas más difíciles de distinguir.
Es aquí donde las creencias personales acerca del mundo y nosotros mismos pueden determinar cómo nos juzgamos a nosotros mismos cuando queremos expresar una emoción. Teniendo esto en cuenta, veamos por qué es tán importante aprender a expresar nuestras emociones y cuáles son las causas por las cuales podríamos tener dificultades para hacerlo.
¿Por qué necesitamos expresar nuestras emociones?
Está muy extendida la idea de que el ser humano es un ser social; y dicha tesis se aplica a la perfección cuando queremos resaltar la relevancia de expresar nuestras emociones. No podemos pensar nuestras vidas ajenas a los demás, sino que necesitamos de la interacción con el otro para desempeñarnos en los distintos contextos en los que nos desenvolvemos a diario, como la familia, el trabajo o la escuela.
Y no sólo eso, la expresión de emociones también nos ha permitido llegar hasta donde estamos ahora mismo. Según Darwin, la estabilidad de una especie está determinada por su éxito reproductivo y por su capacidad de supervivencia, por lo que es necesario que ésta cuente con la habilidad de emitir una serie de señales claras para transmitir información relevante al resto de individuos de la misma especie. Es en el campo de las señales donde entran en juego las expresiones emocionales. Estas tienen un alto valor adaptativo, ya que permiten la coordinación conductual necesaria para transmitir información rápida y precisa a otros individuos del grupo.
Pensémoslo en un contexto amenazante, como una situación de caza. ¡Qué difícil sería conseguir alimento si no pudiéramos entender las indicaciones y expresiones de los demás! Además, la interpretación de las emociones suelen considerarse universales. A pesar de pequeñas diferencias, la investigación ha demostrado que existe un amplio acuerdo entre distintas culturas en la interpretación de las emociones básicas como miedo, enojo, alegría, tristeza, sorpresa y disgusto, cuyo reconocimiento alcanza un 70% en términos de similitud.
En otras palabras, necesitamos expresar nuestras emociones porque hacerlo es algo útil y funcional. Estamos predispuestos a entendernos según interpretaciones de las emociones básicas del otro. Esta facultad, aunque no la necesitemos para cazar, sigue siendo útil en muchísimas circunstancias como resolver una tarea con un equipo de trabajo, empatizar con un amigo cuando éste tiene un problema o llegar a un acuerdo en una conversación difícil con una pareja. Construir relaciones interpersonales sólidas es la base de nuestras vidas, y para ello es necesario no sólo comprender al otro sino también enseñar con claridad qué nos sucede. Pero, ¿y si tenemos dificultades para lograrlo?
Posibles causas por las que no consigo expresar mis emociones
Aún sabiendo cuán importante es para los seres humanos expresarnos, es posible que esta tarea no resulte tan sencilla. De hecho, algunas acciones como llorar pueden ser particularmente difíciles para algunas personas a pesar de que todos conocemos la sensación de alivio que conseguiremos a posteriori gracias a las endorfinas que libera nuestro cerebro para apaciguar el dolor.
No existe una sola causa para determinar los motivos por los cuales una persona no puede expresar sus emociones. Sin embargo, una de las posibles causas subyacentes a la dificultad para expresarse es contar con una creencia distorsionada. Las creencias integran los contenidos de nuestros esquemas cognitivos (es decir, aquellas redes de relaciones entre conceptos que determinan cómo interpretamos la realidad) y, en algunos casos, pueden estar sesgadas por nuestra experiencia personal e historia de aprendizaje. O sea, es posible que la forma en la que comprendamos el mundo no tenga un correlato lógico o útil de cara a la realidad. Por ejemplo, ante un estado emocional de tristeza por una ruptura, una persona podría tener dificultades para evocar el llanto si la creencia con la que interpreta dicha experiencia es “los hombres no lloran”.
Estrechamente vinculado a esto, muchas personas no logran expresarse porque se sienten apabulladas por los dictámenes de su diálogo interno como “mira que patético te ves” o “eres una carga para la otra persona, no te va a comprender”; provocando que, en lugar de expresar su emoción, se las guarden para sí mismos. También puede ocasionar que una persona tienda a evitar conflictos sistemáticamente con tal de no tener que enfrentarse a una posible reacción negativa de la otra persona, o con el fin de evadir al fantasma del diálogo interno que atenta contra sí. No obstante, esta estrategia puede traer consecuencias negativas, como acabar por comunicar lo que le sucede de manera poco clara o asertiva —lo que suele denominarse “explotar”— y poniendo en riesgo la relación con la otra persona.
Aprender a expresar las propias emociones
Por fortuna, es posible pedir ayuda para aprender a expresar las propias emociones. Algunas estrategias a las que se podría apuntar son llevar a cabo una reestructuración de las propias creencias o un cambio en el diálogo interno; o, desde otros enfoques, la defusión de los pensamientos difíciles.
Para ello existen múltiples psicoterapias capaces de ayudar a la persona a liberar las trabas que le impiden expresarse con claridad. Otro aspecto que podría trabajar una persona a la cual le resulta difícil demostrar sus emociones y que ha sido ampliamente investigado en el campo científico es la Inteligencia Emocional. Esta habilidad supone la capacidad de no sólo percibir los estados emocionales propios y de los demás, sino también regularlos de acuerdo a las particularidades de cada situación.
Fuente: Ada Folch Chaos / psicologiaymente.com