Un repaso a las claves para saber distinguir entre el miedo patológico y el miedo normal.
En algún momento de nuestras vidas, todos hemos vivido episodios de miedo más o menos intenso en función de las experiencias que nos ha tocado vivir o de los estímulos amenazantes que se nos presentan. Es normal que sea así, dado que el miedo es una de las emociones más básicas del ser humano y es algo que experimentamos como mecanismo de supervivencia y respuesta a lo desconocido.
Ahora bien, no todas las versiones de esta emoción nos resultan útiles; hay algunas que contribuyen a desgastar nuestra salud mental. Por eso, en este artículo exploraremos las diferencias que hay entre el miedo funcional y el miedo patológico, teniendo en cuenta que el segundo está muy vinculado a los trastornos de ansiedad como por ejemplo las fobias.
¿Cómo distinguir entre miedo patológico y miedo funcional?
Es importante tener en cuenta que el miedo es una respuesta psicofisiológica fruto de la selección natural; los animales que son incapaces de experimentar esta emoción tienen una desventaja que les dificulta sobrevivir durante el tiempo suficiente como para reproducirse, ya que están desprovistos de una importante tendencia instintiva de alejarse de lo que podría resultar muy peligroso. Por ello, en los vertebrados, se considera que la incapacidad para experimentar miedo es un problema de salud.
Por eso, el miedo es tan importante, ya que nos ha permitido sortear todo tipo de amenazas desde que somos niños; supone un mecanismo de supervivencia que ha tenido una importancia vital para nuestra especie. Se considera que los pocos individuos que no experimentan la emoción el miedo tienen un problema neurológico, causado por una lesión cerebral o por una malformación en el cerebro.
Sin embargo, es fundamental conocer las diferencias entre el miedo patológico y el miedo funcional, porque hay casos en los que, sin pretenderlo, interiorizamos maneras disfuncionales de gestionar esta emoción; maneras que nos sitúan en un círculo vicioso de angustia y ansiedad, ya que nuestras predicciones sobre lo que nos ocurrirá hacen que seamos incapaces de aprender qué situaciones son realmente peligrosas y cuáles no lo son.
1. Miedo funcional
El miedo funcional es el miedo “normal” que experimentamos las personas a lo largo de nuestra vida en situaciones que suponen una verdadera amenaza para nosotros. Se trata de un miedo adaptativo que nos permite superar con éxito los diversos riesgos y peligros que nos puedan acontecer diariamente.
El miedo funcional solamente genera sensación de pérdida de control sobre el cuerpo ante situaciones de grave peligro inminente, y fisiológicamente nos ayuda a poner en marcha una serie de procesos orgánicos que nos permiten huir rápidamente de ese estímulo amenazante o bien confrontarlo de manera adecuada.
Otra de las características del miedo funcional es que nos permite actuar rápidamente y sin pensar, algo que resulta muy útiles en casos en los que la respuesta debe ser inmediata y proporcional al tipo de amenaza que experimentamos.
Además de eso, este miedo funcional o normal es transitorio y temporal, y presenta una duración determinada adscrita al tiempo en el que el estímulo supone una amenaza para nosotros. Una vez esta amenaza es superada el miedo desaparece y volvemos al estado normal.
El miedo funcional es una equipación biológica con la que contamos los seres humanos desde los albores de nuestra especie, algo sin lo que dificilmente habríamos podido sobrevivir hasta la actualidad.
2. Miedo patológico
El miedo patológico no consiste en una reacción biofisiológica normal a un estímulo que supone una amenaza real para el individuo, sino que se relaciona más bien con el desarrollo de estados de miedo o terror ante determinadas situaciones de la vida que son experimentadas como amenazantes por la persona cuando en realidad no suponen ningún peligro real.
A diferencia de lo sucedido en los casos de miedo normal o adaptativo, el miedo patológico nos hace perder el control en una situación determinada pero no nos permite actuar de manera adaptativa a las exigencias de la amenaza experimentada, sino que nos bloquea y nos imposibilita reaccionar de manera lógica ante cualquier situación.
Este tipo de miedo patológico nos vuelve más proclives a albergar pensamientos de tipo paranoico en los que se asume que cualquier estímulo es una señal de peligro, incluso cuando asumir eso implica dar por sentado demasiadas cosas.
El miedo patológico hace que le tengamos miedo al propio miedo, lo cual acaba provocando que desarrollemos problemas de ansiedad y otras patologías que afectan directamente a nuestra salud mental.
En conclusión, podemos definir el miedo patológico como una respuesta desadaptativa que desarrollan algunas personas al generalizar la respuesta de miedo en situaciones donde este no aporta ningún beneficio ni es útil de ninguna manera.
Además de eso, en estos casos también es habitual la profecía autocumplida, fenómeno que se produce cuando la persona teme sufrir estados de ansiedad o de miedo ante determinadas situaciones y acaba viviendo ese mismo problema temido.
Resumen de las diferencias entre el miedo funcional y el miedo patológico
Así pues, en definitiva, las ideas clave a tener en cuenta para diferenciar entre el miedo normal y el miedo patológico son las siguientes:
- El miedo patológico se basa en la ansiedad anticipatoria
- El miedo funcional se basa en un análisis de riesgos informado por la experiencia y la razón.
- El miedo patológico nos impide ver que estábamos equivocados exagerando los riesgos.
- El miedo funcional nos permite valorar cuándo sobre-reaccionamos a los estímulos.
- El miedo patológico puede estar basado en supersticiones en las que se cree mucho.
- El miedo funcional no deja que las supersticiones nos condicionen mucho.
- El miedo patológico puede estar causado por disfunciones del cerebro (sobre todo en la amígdala de cada hemisferio cerebral).
- En el miedo funcional, no hay alteraciones en la amígdala.
- En el miedo patológico, el aparente desencadenante va cambiando de manera arbitraria.
- En el miedo normal, cuando desaparece el peligro o riesgo concreto, esta emoción se extingue.
Fuente: Psicología y Psicoterapia Miguel Ángel / psicologiaymente.com