En los últimos años, hemos presenciado un aumento notable en la difusión de teorías de conspiración en diversas áreas, desde la política hasta la ciencia y la salud. Este fenómeno ha llevado a muchos a preguntarse: ¿qué impulsa a las personas a creer en conspiraciones? En este artículo, examinaremos la psicología de los conspiranoicos y analizaremos los posibles factores que contribuyen a su formación y persistencia.
Los conspiranoicos son personas que creen firmemente en teorías de conspiración, que son explicaciones alternativas y no verificadas de eventos o fenómenos que implican la existencia de un complot oculto. Estas teorías suelen atribuir eventos significativos a la manipulación de poderosos grupos secretos, como gobiernos, corporaciones o élites, y a menudo desafían la versión oficial respaldada por la evidencia.
Un factor importante que puede influir en la creencia en teorías de conspiración es la desconfianza hacia las instituciones y las figuras de autoridad. Las personas que se sienten alienadas o desilusionadas con el sistema establecido pueden ser más propensas a buscar explicaciones alternativas que den sentido a su percepción de injusticia o falta de control. Las teorías de conspiración ofrecen una narrativa que cuestiona la versión oficial y puede brindar una sensación de empoderamiento al creer que se tiene acceso a conocimientos ocultos.
Otro factor psicológico relevante es la necesidad de encontrar sentido en situaciones caóticas o confusas. Las teorías de conspiración ofrecen explicaciones simplistas y convincentes para eventos complejos, brindando una sensación de orden y coherencia en un mundo percibido como caótico. Además, pueden proporcionar una sensación de seguridad y control al atribuir eventos a la acción intencional de grupos identificables, en lugar de reconocer la incertidumbre inherente a la vida.
La tendencia a creer en teorías de conspiración también puede estar relacionada con sesgos cognitivos y motivacionales. Por ejemplo, el sesgo de confirmación juega un papel importante, ya que las personas tienden a buscar y dar más peso a la información que respalda sus creencias preexistentes. Además, el sesgo de la narrativa puede llevar a la preferencia por explicaciones simplistas y coherentes, incluso si carecen de base empírica sólida.
Es importante destacar que no todas las personas que creen en teorías de conspiración son “conspiranoicas” en el sentido patológico del término. Muchos individuos pueden ser escépticos racionales o simplemente cuestionar la versión oficial de ciertos eventos sin caer en extremos. Sin embargo, cuando la creencia en conspiraciones se vuelve inflexible, resistente a la evidencia y afecta negativamente la vida diaria, puede considerarse un rasgo conspiranoico.
Fuente: noticiasdelaciencia.com