La ansiedad se ha convertido en la enfermedad invisible de nuestra generación; silenciosa, persistente y devastadora. Como psicólogo y terapeuta que ha tratado trastornos de ansiedad, he sido testigo del alarmante aumento de casos en adultos jóvenes en los últimos años. Desde la pandemia de COVID-19 en 2020, he notado en consulta un incremento significativo de pacientes con síntomas de ansiedad.
Si bien esta es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones estresantes, pero cuando se vuelve constante e intensa, puede interferir gravemente en la vida diaria. Este fenómeno responde a una compleja interacción de factores biológicos, psicológicos y sociales que afectan a esta población de manera particular.
La ansiedad se ha convertido en una preocupación creciente a nivel mundial. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2019, aproximadamente 301 millones de personas en el mundo padecían algún trastorno de ansiedad, lo que los convierte en los más comunes de todos los trastornos mentales.
En Estados Unidos, la prevalencia de la ansiedad ha mostrado un aumento notable. Según datos de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA) de 2024, el 43% de los adultos en Estados Unidos reportaron sentirse más ansiosos que el año anterior, evidenciando una tendencia al alza en comparación con el 32% reportado en 2022.
Factores de riesgo
Si, bien la pregunta al aire es, ¿cual es la razón por la que nuestra generación sufre tanto de ansiedad? Aunque la respuesta es compleja, podríamos decir que la aparición de trastornos de ansiedad en adultos jóvenes puede estar influenciada por diversos factores, he aquí mencionare al menos tres de ellos:
- Factores biológicos: Alteraciones en los neurotransmisores encargados de modular las emociones y la respuesta al estrés pueden predisponer a la ansiedad. En particular, niveles bajos de serotonina, un neurotransmisor clave en la regulación del estado de ánimo, pueden contribuir a un aumento en la sensación de preocupación y miedo. Asimismo, un desequilibrio en la dopamina, relacionada con la motivación y el placer, puede generar una mayor sensibilidad al estrés y dificultades para experimentar bienestar, intensificando los síntomas de la ansiedad.
- Factores psicológicos: La exposición frecuente a preocupaciones o miedos excesivos, traumas no resueltos, emociones y pensamientos no regulados pueden desencadenar trastornos de ansiedad. En muchos casos, experiencias pasadas, como eventos traumáticos o situaciones de estrés prolongado, pueden dejar una huella emocional que se manifiesta en forma de ansiedad. Además, patrones de pensamiento negativos, como la catastrofización o la sobreestimación de los peligros, pueden intensificar la respuesta emocional y llevar a la persona a anticipar constantemente lo peor. Esta combinación de factores psicológicos puede crear un ciclo vicioso donde la ansiedad se perpetúa, dificultando la regulación emocional y el afrontamiento efectivo de los desafíos cotidianos.
- Factores sociales: Dificultades en el trabajo, problemas económicos, problemas de relación, un divorcio, un duelo o problemas familiares también pueden contribuir al desarrollo de la ansiedad.
Estrategias de intervención
Abordar la ansiedad en adultos jóvenes no es una tarea sencilla; requiere un enfoque integral que combine diversas estrategias. Como psicoterapeuta, he observado una y otra vez en mis pacientes que, cuanto más compromiso se tiene con cada aspecto del tratamiento, más efectivo y rápido es el proceso de recuperación.
La terapia cognitivo-conductual (TCC) ha demostrado ser eficaz en el tratamiento de los trastornos de ansiedad, ayudando a los individuos a identificar y modificar sobre todo patrones de pensamiento negativos, regularlos y cambiarlos es sin duda esencial para mejorar.
En ciertos casos, el uso de medicamentos ansiolíticos puede ser necesario. Sin embargo, es crucial que su administración sea supervisada por un profesional de la salud debido al riesgo de dependencia y efectos secundarios.
Prácticas como el ejercicio regular, la atención plena y la meditación, practicas espirituales como la oración, la lectura, o exposición a la naturaleza pueden reducir los síntomas de ansiedad y potenciar los efectos de la psicoterapia. Mantener una dieta equilibrada, asegurar un sueño adecuado y evitar el consumo excesivo de sustancias como la cafeína y el alcohol son fundamentales para el bienestar mental.
Como bien dijo uno de mis escritores favoritos, Charles Spurgeon: «La ansiedad no te vacía el dolor del mañana, sino que te vacía la fuerza de hoy». Lo que me lleva a reflexionar la forma en que la ansiedad nos consume emocionalmente, dejándonos sin energía para enfrentar los desafíos del presente. Nos confronta con la necesidad urgente de redefinir nuestra relación con los problemas y cómo los interpretamos. En mi práctica clínica, he sido testigo de que, al ofrecer a los adultos jóvenes las herramientas adecuadas y el apoyo necesario, no solo podemos reducir los síntomas de ansiedad, sino también empoderarlos para que enfrenten la vida con resiliencia y confianza renovadas.
Conclusiones
En conclusión, la ansiedad en adultos jóvenes es una realidad ineludible que exige nuestra atención y acción inmediata. No podemos permanecer estáticos mientras esta batalla silenciosa persiste. Te desafío a reflexionar: ¿qué pasos concretos estás dispuesto a dar hoy para transformar la ansiedad en una oportunidad de crecimiento? Ya sea que tú o alguien cercano a ti esté lidiando con la ansiedad, quiero recordarte que dar el primer paso puede significar comenzar un proceso terapéutico, escuchar o simplemente acompañar a alguien, y siempre el primer paso será algo difícil, pero el comienzo de la recuperación…
Fuente: Martín Martínez Cruz. (2025, febrero 25). Ansiedad en adultos jóvenes: entendiendo factores de riesgo y estrategias de prevención. Portal Psicología y Mente. https://psicologiaymente.com/psicologia/ansiedad-en-adultos-jovenes-factores-de-riesgo-y-estrategias-prevencion