Así es como la sociedad que hemos creado nos empuja a querer superarnos constantemente.
Imagina que tu jefe te llama a su oficina. Está notablemente enfadado y te pide que te sientes. Cierra la puerta tras de ti y comienza a gritarte…
Te dice que estás haciendo un trabajo fatal. Aunque llegas a tiempo, te dice que estás incumpliendo los horarios solamente porque no te estás quedando 2 horas extras después de tu turno.
Te acusa, también, de falta de compromiso con la empresa solo porque decidiste no atender ningún pendiente ni llamada de trabajo durante el fin de semana que pasaste con tu familia.
¿Qué pensarías en una situación como esta? Muy probablemente, dirías que tu jefe te está tratando de una forma inadecuada, irrespetuosa y despiadada. Ahora, pregúntate esto: ¿alguna vez te has tratado a ti de una forma similar a la del jefe de la historia?
En tiempos en los que el exceso de autoexigencia se normaliza como un signo de valía y en los que estar constantemente ocupado suena como un gran logro, tratarse a sí mismo compasión es un acto no solo de rebeldía sino también de amor.
A continuación, hablaremos sobre cuando la autoexigencia deja de ser sana y se convierte en un martirio que puede afectar duramente tu salud mental.
¿Hasta qué punto es buena la autoexigencia?
Tener una vida sin metas puede ser muy frustrante, se siente como navegar sin rumbo ni energía, mientras que tener estándares altos puede ser clave para que te motives y des lo mejor de ti en tu trabajo, tus estudios o cualquier aspecto de tu vida.
Sin embargo, si en esa necesidad de mejora constante no se abre espacio para el descanso ni para el error. Allí te conviertes en el villano de tu propia vida…
Piensa, por ejemplo, en esas veces en las que, aunque diste lo mejor de ti, te sentiste como un fracaso solo porque las cosas no salieron “perfectas”.
Muchas veces, detrás del exceso de autoexigencia, está esa sensación de que nada de lo que haces es suficiente, y así terminas desgastando tu energía para cumplir con un ideal que jamás podrás alcanzar. Aunque es cierto que es importante querer avanzar y superarse, no tiene sentido si ese logro es a expensas de tu salud mental.
Entonces, ¿cómo es posible encontrar un equilibrio? Conectando profundamente con uno mismo para aprender a reconocer hasta dónde llegar. Ser autoexigente no debería significar castigarte por cada pequeño fallo o compararte con estándares que no son realistas o que no corresponden con tus tiempos y energía.
Si la autoexigencia te está ayudando a progresar sin que pierdas de vista tu bienestar, vas por buen camino. Si sientes que, al contrario, tu salud física y mental se están deteriorando a causa del exceso de autoexigencia, es momento de detenerse y replantear la ruta.
Consecuencias de exigirnos más de la cuenta
Cuando la autoexigencia se sale de control, deja de ser una aliada para convertirse en una fuente de problemas. Aquí tienes algunas de las consecuencias más comunes:
1. Ansiedad o estrés crónico
Vivir con la sensación de que siempre debes hacer más genera un estado constante de alerta, y eso, por dondequiera que lo veas, no es nada sano. De hecho, se siente como si nunca pudieras relajarte, por lo que siempre estás preocupado por evitar errores o demostrar que eres “lo suficientemente bueno”.
Este nivel de tensión autoimpuesta puede afectar a tu salud mental y física. Así que, si sientes que te estás exigiendo demasiado, es hora de respirar y parar.
2. Dificultad para tomar decisiones
Por el mismo hecho de querer hacer siempre todo perfecto, la autoexigencia lleva a una especie de obsesión por elegir la mejor opción ante todo, y eso te paraliza.
Cuando tienes que tomar una decisión importante, analizas todo una y otra vez, porque temes que al decidir mal fracasarás. Esto no solo retrasa cada paso decisivo en tu vida, sino que aumenta tu frustración. Es lo que conocemos como parálisis por análisis. Para salir del bucle, hay que lanzarse a la acción comprometerse al 100% con la decisión que tomes.
3. Procrastinación
Parece paradójico, pero es real: la autoexigencia excesiva puede hacer que pospongas tareas importantes. Esto ocurre porque cuando sientes que algo debe salir perfecto, el miedo a hacerlo mal te lleva a evitarlo por completo.
Como es de esperarse, esta procrastinación no solo afecta tu productividad, sino que refuerza la sensación de incompetencia, lo que te lleva a ser más y más exigente contigo.
4. Baja autoestima
¿Recuerdas lo que hablamos de la sensación de “nunca ser suficiente”? Bueno, este discurso interno negativo y constante se ve reflejado en tu autoestima.
Aunque logres cumplir con tus metas, la satisfacción suele ser bastante fugaz, porque en lugar de disfrutar de lo que has logrado, te centras en lo que podrías haber hecho mejor. Esa autocrítica constante afecta de forma muy negativa la confianza en ti.
5. Aislamiento social
El hecho de compararte siempre con los demás o de temer el juicio de otros pone tanta presión sobre tus hombros que, incluso, puede ocasionar un distanciamiento.
La autoexigencia a menudo establece un obstáculo para que florezcan las relaciones genuinas, ya que te sientes en la necesidad de estar “a la altura” del talento de otros o cumplir con las “expectativas” que tú supones que otros esperan de ti.
Cómo desarrollar la excelencia desde la autocompasión
Buscar la excelencia no implica autocastigo. De hecho, es posible avanzar en la vida con metas claras y ambición, pero desde un lugar de respeto hacia ti mismo. Aquí tienes algunas ideas para empezar a cambiar el chip:
- Acepta tus errores: Grábate esto como un mantra: “Todos nos equivocamos”. Ve los errores como oportunidades de aprendizaje, no como un fracaso total.
- Fija metas alcanzables: Establece objetivos acorde a tu tiempo y energía. Está bien pensar en grande, pero, cuando lo hagas, divide esa meta en pequeños pasitos.
- Cultiva la autocompasión: Recuérdate siempre que no quieres ser tu propio jefe despiadado. Trátate con amor y háblate siempre con amabilidad.
- Busca apoyo: Si sientes que no sabes cómo frenar tu exceso de autoexigencia, habla con alguien de confianza, apúntate a clases de yoga o busca un psicoterapeuta.
Fuente: Escuela Europea de Coaching / psicologiaymente.com