Los seres humanos somos dependientes por naturaleza. Si lo pensamos detenidamente, desde el momento en que nacemos dependemos del cuidado materno, del alimento, del contacto, la protección, el cariño de los demás etc. Esta condición de dependencia, que es material y emocional, se extiende durante toda la vida. No hay nadie que no sea dependiente: necesitamos de la compañía de nuestra pareja, de nuestros padres, de los amigos, el trabajo, los profesionales, el agua que tomamos, el aire que respiramos, el automóvil que nos lleva, la notebook, nuestra casa, los hermanos, etcétera, etcétera.
Sin embargo, tal como lo describió el filósofo Gilles Lipovetsky en su libro “La era del vacío”, vivimos en una época individualista que valora, vende y promueve la ilusión de lograr una independencia absoluta. No depender de nadie, ser uno mismo, imperturbable, bien parado, desafectado de las opiniones ajenas, dueño de sí mismo/a, generador de las propias cosas, propietario de mi lugar, etc.
Este ideal de libertad personal, tan actual, por cierto, es falso y siempre resulta imposible. La sociedad actual todo lo ofrece a medida de la personalidad individual, lo que genera es que cada vez sean más difíciles los entendimientos con los otros. El escritor argentino Ernesto Sábato, dijo una vez: “es el otro el que siempre nos salva. Y si hemos llegado a la edad que tenemos es porque otros nos han ido salvando la vida, incesantemente”.
¿Qué es exactamente la dependencia emocional?
La cuestión de la dependencia/independencia constituye un problema difícil para todos los seres humanos. El conflicto está en que tenemos deseos contrapuestos: queremos ser libres, independientes, y que nadie nos invada nuestro espacio personal, pero, al mismo tiempo, y con igual intensidad, queremos estar con otros, sentirnos valorados y reconocidos.
Si estamos muy cerca corremos el riesgo de quemarnos, si estamos muy lejos podemos pasar mucho frío. Es necesaria una distancia óptima, ante la búsqueda de un equilibrio que nunca se mantendrá constante. Siempre la balanza se inclina hacia alguno de los lados. No existe la persona que de manera perfecta mantenga este equilibrio.
Ahora bien, aparece un trastorno de la personalidad dependiente cuando la persona sufre una dependencia pasiva para tomar decisiones respecto a su vida. Las responsabilidades son consultadas y transferidas a los otros, ya sea en asuntos importantes o menores. Hay un gran temor a mostrar desacuerdos por miedo a ser desaprobados La persona se maneja de manera complaciente y pasiva ante los demás, respondiendo débilmente. Estas personalidades pueden experimentar falta de vitalidad intelectual o emocional, sintiéndose inadecuadas socialmente con personas desconocidas y excesivo temor al abandono y el desamparo.
Dado esto, pueden llegar a asumir tareas desagradables y estar constantemente buscando la protección ajena. No sienten confianza en sí mismos y llegan a pensar que son los otros quienes hacen las cosas correctamente. Toda esta problemática se encuentra ligada a la baja autoestima y una imagen desvalorizada de sí mismos.
¿Cómo puedo dejar de depender de otro?
El problema de fondo con este tipo de dificultades debe abordarse psicoterapéuticamente. Y es conveniente hacer una distinción poniendo un ejemplo que clarifique las cosas. El problema no es ser dependiente, sino el exceso de dependencia. La persona excesivamente dependiente desde el punto de vista emocional, siente que la otra persona es parte de sí mismo, es decir, si por ejemplo termina una relación amorosa sentirá que la vida se le va, que no podrá seguir adelante, algo así, como si perdiera un brazo o una pierna de su propio cuerpo, siente que quedará agujereado, sin fuerzas para seguir con su vida.
En cambio, la persona menos dependiente emocionalmente, en caso de perder una relación sentirá dolor por la persona que se va, pero reconociendo que en definitiva, el otro es un ser independiente, separado de su cuerpo y su mente. Dicho de otra manera: no es lo mismo perder una parte propia, que perder a alguien que es externo o ajeno a mí, no es lo mismo perder una pierna que perder nuestra bicicleta. La persona dependiente se confunde con el otro, se fusiona con el otro, no tiene su propia personalidad y no tolera las diferencias, por eso necesita estar constantemente apegada, recibiendo aprobación y consejo.
El origen de este problema responde a muchas causas. No lo podemos explicar con sólo motivo. Está relacionado con las características heredadas constitucionalmente de cada personalidad y por las características de las figuras significativas en el entorno afectivo de cada persona.
Fuente: Karim Ervin / psicologiaymente.com