La responsabilidad afectiva en las relaciones es imposible sin la inteligencia emocional.
La Inteligencia Emocional y la Responsabilidad Afectiva son dos conceptos de los que se escucha mucho hablar en la actualidad y que tienen una gran importancia dentro del ámbito de cómo nos relacionamos con los demás. En primer lugar, me gustaría definir qué se entiende por Inteligencia. Muchos autores a lo largo de los años han intentado buscar una definición adecuada a este término y aunque cada una es distinta, sí que ha habido puntos en común importantes.
La mayoría coincide en definir la inteligencia como la capacidad de aprender, la capacidad de comprender y la capacidad para resolver problemas. Quizás la frase más adecuada para definir correctamente la inteligencia, la podemos encontrar en el autor y psicólogo Weschler, quien define la inteligencia como el conjunto total de recursos de un individuo para adaptarse al medio.
La importancia de la inteligencia emocional
Es innegable que la interacción con los demás es un elemento clave en la adaptación al medio y aquí es donde se resalta la gran importancia de la Inteligencia Emocional. La Inteligencia Emocional podríamos decir que es ese conjunto de habilidades que se basan en reconocer los propios sentimientos y los ajenos para que sirvan como guía al pensamiento y a la acción, por ejemplo, a automotivarnos, a desarrollar empatía, relacionarnos mucho mejor…
Reconocer nuestras emociones, ser capaz de poner un nombre a lo que sentimos nos llevará a una mejor resolución de esa propia emoción. Si reconocemos la tristeza podremos buscar consuelo, si notamos rabia podremos exteriorizarla para no acumularla y evitar crisis de ira. Cuánto más nos conozcamos a nivel emocional, mejor podremos manejarnos en nuestra vida diaria.
La capacidad de automotivarnos nos permitirá ser mucho más eficaces en todo aquello que emprendamos y, por lo tanto, estaremos siendo capaces de sentir mayor gratificación y satisfacción en lo que logremos. Sin embargo, si no hemos conseguido lograr una buena gestión emocional y somos presos de la ansiedad, el miedo o el aburrimiento, no podremos encontrar la forma de motivarnos y abandonaremos aquellas tareas que estemos llevando a cabo.
Para reconocer las emociones en los demás, es muy importante que tengamos bien desarrollada nuestra empatía. La empatía es la capacidad de ponernos en el lugar de la otra persona, de comprender los sentimientos y emociones de los demás. Es una cualidad que está presente en edades muy tempranas y además se puede practicar. Por lo tanto, tanto comprender mis emociones como la de los otros me va a ayudar a manejar mis relaciones, a generar lo que podríamos denominar una simpatía personal.
¿Cómo se relaciona con la responsabilidad afectiva?
La Inteligencia Emocional va muy ligada a la Responsabilidad afectiva, porque cuando yo me conozco y reconozco mis emociones, puedo hacerme cargo de ellas y puedo compartirlas sin hacer responsable a los otros de éstas. Y ahí estoy cuidando también mi relación con los demás. Me estoy comunicando con honestidad y sinceridad sobre mis expectativas de la relación, teniendo presente las consecuencias emocionales que puede generar en el otro.
Por lo tanto, se podría definir la Responsabilidad Afectiva como el hecho de reconocer y asumir que nuestras conductas, nuestros actos, o la ausencia de éstos, causan emociones en las personas con las que nos relacionamos. Es muy importante validar las emociones y los límites del otro, ofrecerle un espacio en el que pueda expresar cómo se siente.
Las palabras “que todo fluya” pueden ser peligrosas, podemos dejar de pedir aquello que necesitamos por miedo a que la otra persona se aleje y paradójicamente. El ocultar mis necesidades me va a alejar más de la otra persona, me va a conocer menos y no va a poder darme lo que necesito si no lo pido y, además, vamos a crear una relación en la que yo no estaré actuando congruentemente con lo que siento (por miedo) y, por lo tanto, esa relación no me va a satisfacer.
¿Cómo se trabajan estas habilidades?
Al ver lo importante que son estos dos conceptos (tanto el de inteligencia emocional y responsabilidad afectiva) debemos preguntarnos cómo trabajarlos. Lo primero de todo, es muy importante el autoconocimiento y es lo primero en lo que hay que trabajar. A nivel emocional es muy importante revisar cómo está mi cuerpo, ¿qué suelo sentir a nivel fisiológico? ¿Normalmente me encuentro nervioso/a? ¿Siento tensión muscular? ¿Tengo un nudo en la garganta? ¿Qué emociones son las que suelo sentir y qué nombre les pongo a estas emociones?
Es importante también explorar mi historia familiar, el contexto en el que he crecido, ¿era un espacio dónde se hablaba de emociones, de sentimientos, o notaba que tenía que guardarme lo que sentía y no contarlo? ¿Cómo son mis relaciones con los demás? ¿Siento que me piden más de lo que doy? ¿Hay comunicación sobre cómo nos sentimos, sobre qué cosas nos hieren?
Y por supuesto, es importante también observar si hay ciertas dificultades o conflictos que se repiten dentro de mi historia de vida con los que me resulte difícil romper y preguntarme si necesito ayuda profesional para poder comprender que es lo que me está ocurriendo ahí. Todos tenemos un gran trabajo por delante y nunca es tarde para mejorar y aprender cómo cuidarnos los unos a los otros, porque nadie puede sobrevivir completamente en soledad.