El duelo migratorio es un proceso doloroso que aparece cuando emigramos.
Asiste a consulta una joven que se mudó a Córdoba hace unos pocos meses para comenzar sus estudios universitarios. “Vine sola” dice, y enumera aquello que quedo en su ciudad natal: su familia, sus amigos, un amor, su casa, el colegio, sus profesores, sus lugares conocidos, la plaza donde caminaba y compartía con amigos, el pueblo de donde sentía que había que salir para crecer, pero que era su pueblo, su lugar.
Esta joven cuando tomó la decisión, lo hizo con mucho anhelo e ilusión, y sí, también con miedos. Y se pregunta si por sentir miedos, incertidumbre y extrañar mucho a sus afectos y sus lugares conocidos, fue una mala decisión haber venido a estudiar a otra ciudad.
Al llegar se encontró en un nuevo lugar, donde todo es a conocer, explorar y construir, y desde ahí, sintiéndose atravesada por estas nuevas emociones y sensaciones, se pregunta: “¿cómo hago? ¿podré?”.
¿Qué es el duelo migratorio?
Cuando hablamos de duelo se suele asociar con la muerte, una pérdida, aquello que ya no está en la realidad, aunque no siempre este proceso se inicia con el fallecimiento de un ser querido. En este extracto clínico vemos otras cosas que pueden dar lugar al proceso de duelo y que no necesariamente han dejado de existir.
El duelo es un proceso doloroso normal que se nos presenta como una manera de aprender a convivir con la ausencia, que nos invita a reconstruirnos, a armarnos nuevamente desde el hoy, desde lo que está, pero también con aquello que ya no está. Y al ser un proceso afectivo que se da a lo largo del tiempo, la persona atraviesa por diferentes etapas y emociones. Será en ese tiempo donde el dolor se irá apaciguando hasta casi desaparecer.
El tipo de duelo que se presenta aquí es múltiple, parcial y recurrente. Estas características en el duelo aparecen cuando una persona deja su lugar de residencia para establecerse temporal o definitivamente en otra ciudad o país. Mudarse a un nuevo lugar implica conocer sus particularidades: el ritmo y estilo de vida, las costumbres y sus códigos internos, el idioma, el clima, el horario, etc. pueden cambiar, y esto requiere que la persona se adapte a nuevas formas de vivir, con el fin de sentirse a lo largo del tiempo, parte de este nuevo lugar.
Se plantea como un duelo múltiple porque se deja atrás la vida que había construido la persona en su lugar de origen, atrás quedan su familia, sus amigos, sus lugares habituales, sus costumbres, su rutina. Al ser varias cosas las que se dejan, es más probable que se recuerde alguna de ellas y la persona se conecte con la ausencia. Ausencia que muchas veces se hace visible por la presencia de lo nuevo que sí hay, pero que es un signo para la persona de lo que dejó.
Que sea parcial significa que todo aquello que dejamos atrás, sigue estando. A diferencia de otros duelos que se presentan como una pérdida total ya que no podemos volver a encontrarnos con lo perdido, en este caso, podemos decidir volver a reencontrarnos, ya que aquello sigue estando, no desaparece para siempre. La característica de recurrente remite a la reactivación que se produce del duelo al volver a entrar en contacto con el origen. Esto puede darse por una visita a nuestro lugar de origen, una llamada, o un nuevo lugar habitual que contraste con el anterior.
La sensación durante un tiempo que expresan quienes atraviesan este tipo de experiencias (migrar) es de “estar entre”: lo “viejo” y lo “nuevo”, los amigos de “antes” y los de “ahora”, la casa “anterior” y la “nueva”, etc. Es como si no fueran de aquí (nuevo lugar) pero tampoco de allá (anterior lugar). El duelo es natural y cuando se presenta ante situaciones de la vida como puede ser una mudanza y cambio de vida se vuelve necesario, ya que nos ayuda a adaptarnos a la realidad sin “lo perdido”. Hay situaciones donde se dificulta la elaboración del proceso de duelo y este puede ser un motivo para consultar a un profesional de la Psicología.
Fuente: Cecilia Cortéz / psicologiaymente.com