La adolescencia es uno de los procesos vitales en el que más cambios se producen; no sólo físicos (el niño o niña se convierte en adulto), sino también a nivel emocional y psicológico. Así, aunque parezca una tontería, no es nada fácil para un adolescente habituarse a su nueva realidad: se le exige una serie de responsabilidades (puesto que, legalmente, somos adultos a partir de los 18 años), a pesar de que muchos expertos en psicología afirman que la madurez mental no sobreviene hasta los 25 aproximadamente.
La adolescencia es, sobre todo, una búsqueda de independencia emocional y de la propia personalidad, que todavía no se encuentra bien perfilada. Por todo ello, es normal que el adolescente tienda a desvincularse afectiva y psicológicamente de las que antaño fueron sus figuras adultas de referencia; generalmente, los padres. Derivado de ello, aparecen nuevos vínculos como el de la amistad, que suele ser el referente principal en estos años.
Los adolescentes suelen dejarse llevar por el grupo de amigos; se trata de un eslabón normal del crecimiento, en el que el joven busca nuevas figuras en las que reflejarse. Es el descubrimiento del mundo, que conlleva el establecimiento y la construcción de nuevos lazos sociales en los que el adolescente intenta encontrar una identidad.
Este alejamiento de las figuras paternas puede implicar una conducta rebelde que no siempre es fácil de llevar para los progenitores. Sin embargo, más allá de la frustración que puede suponer convivir con un adolescente, es necesario comprender que el joven está viviendo una etapa importante de cambios que pueden resultar angustiantes para él o ella.
Las claves para entender y gestionar la rebeldía en los adolescentes
Ante la dificultad de tratar a un joven de 18 años que legalmente es adulto pero que, en el ámbito psicológico, en muchos aspectos sigue siendo un niño, es necesario contar con unas pautas de acción, que os resumimos a continuación.
Es importante destacar que, si la situación se convierte en insostenible, es necesario consultar con un profesional. Por otro lado, si la rebeldía incluye agresiones y violencia, estamos hablando de otra cosa y es necesario pedir ayuda de inmediato.
1. La buena comunicación es primordial
Como ya hemos comentado, la adolescencia puede ser un periodo muy angustiante para el joven. Así, una buena comunicación entre los progenitores y el adolescente es esencial para que este se sienta entendido y seguro. Esta buena comunicación pasa por sostener diálogos fluidos que no se conviertan en interrogatorios que el adolescente puede captar como amenazantes. Lo más importante es que el joven aprecie un interés real en su bienestar por parte de sus padres.
2. Escúchale
Y con escuchar no nos referimos sólo a un acto pasivo de oír, sino a entender y procesar lo que el adolescente necesita. Déjale expresarse y no restes importancia a sus opiniones, a pesar de que te parezcan infantiles o poco elaboradas.
Hay que tener en cuenta que el joven ya es adulto de forma legal, por lo que no podemos tratarle como a un niño. Él o ella debe sentir que su opinión es tenida en cuenta; sólo así mejorará su autoestima y sentirá confianza y seguridad. Sin embargo, es necesario también tener en cuenta ciertos límites por el bien de todos. Lo tratamos en el siguiente apartado.
3. Pon límites
Escuchar, comprender y respetar no está reñido con establecer límites sanos. En cualquier relación es necesario el equilibrio entre una buena comunicación y una escucha activa y unos límites claros. Así, es necesario poner límites infranqueables en el tema de la agresión, tanto verbal como física; eso es algo que hay que dejar claro que no vamos a tolerar de ninguna manera.
Por otro lado, es necesario ser consecuentes con nuestros actos y nuestras palabras. Un adolescente de 18 años es perfectamente consciente de lo que ocurre a su alrededor y, por tanto, sabrá detectar cuándo no nos mostramos coherentes y podrá usarlo en nuestra contra.
4. Dale espacio
Aunque siga pareciéndonos un niño, en realidad nuestro hijo o hija ya es una persona adulta que, como tal, necesita su espacio y su privacidad. Respétalo y no lo agobies.
5. Vigila tus expectativas y las comparaciones
Es frecuente en muchos padres querer que su hijo o hija actúe conforme a lo que ellos desearían. Lo cierto es que se trata de una persona diferente y autónoma, con sus propias opiniones, gustos y maneras de ver la vida, por lo que no tiene sentido alimentar expectativas irreales.
No hay que obligar a nuestros hijos a llevar la vida que nos gustaría para ellos o que nosotros habríamos querido llevar a su edad. Muy ligado con esto, es altamente improductivo compararlos con otros jóvenes, puesto que lo único que conseguiremos es avivar su frustración y, por tanto, su rebeldía. Es importante tener en cuenta que toda persona es valiosa por sus propias cualidades, y ellos deben percibirlo así.
6. Demuéstrale tu amor
Aunque parezca mentira, tras muchas actitudes rebeldes se esconde una necesidad terrible de ser amados. No pierdas la oportunidad de demostrar a tu hijo o hija que le amas; eso será muy beneficioso para su salud mental y emocional. Tu hijo/a es un adulto, pero ello no quiere decir que ya no necesite demostraciones de amor. De hecho, todos las necesitamos, tengamos la edad que tengamos.
7. No recalces sólo lo que está mal
Sí, sabemos que tu hijo/a está en una edad complicada y puede equivocarse a menudo. Pero recuerda que nadie quiere que le estén recordando constantemente lo que hace mal; así que refuerza las acciones positivas de tu hijo/a. Esto le ayudará enormemente a sentirse seguro y aumentará su autoconfianza.
8. Sé su guía, no su censor
Nuestro hijo/a adolescente necesita que le guiemos, eso está claro, pero debemos hacerlo con sutileza. Las actitudes prohibitivas serán generalmente recibidas con un aumento de rebeldía, porque el adolescente las interpretará como una coacción a su libertad de decisión. Así que no prohíbas ni censures; más bien, ofrécele tus consejos.
Convertirse en guía de nuestro hijo/a no sólo significa no coaccionarle, sino también no sobreprotegerle. Sabemos que es difícil, puesto que ningún padre o madre quiere ver tropezar a su hijo, pero es necesario que, de vez en cuando, se equivoque y pueda reflexionar sobre su acción. Siempre que no estemos ante situaciones peligrosas o altamente negativas para él, es necesario que tome sus propias decisiones, aún cuando conlleven ciertos errores.
9. Mantén la calma
Ante la rebeldía de un adolescente, no siempre es fácil. Sin embargo, debemos intentarlo. A mantener la calma nos ayudará la empatía, es decir, comprender la situación por la que está pasando nuestro hijo/a y la avalancha de emociones que puede estar sintiendo.
Fuente: Carolina Marín / psicologiaymente.com