El rechazo a las matemáticas muchas veces se ha convertido en el principal argumento por el que adolescentes no desean cursar carreras de carácter científico.
No sería extraño que el contencioso Ciencias/Letras que tradicionalmente afrontan educadores y alumnos en la enseñanza media y al iniciar sus estudios universitarios perdiera buena parte de su importancia, y hasta podría desaparecer, si no existieran las matemáticas, una materia que muchos alumnos detestan por resultarles complicada y difícil de entender. No es el único, pero el rechazo a las matemáticas muchas veces se ha convertido en el principal argumento para que muchos adolescentes no deseen cursar carreras de carácter científico, como la física y la química, las ingenierías, la arquitectura, la economía o incluso la biología.
Es por eso que el sistema educativo de algunos países permite, o no deja de plantearse, el que en algún momento de su formación básica y temprana los alumnos que lo deseen puedan optar por dejar de estudiar matemáticas. Supuestamente, para legisladores, educadores e incluso padres, la pérdida que esa opción conlleva no tendría especial relevancia en el futuro de los jóvenes, pues, a fin de cuentas, las matemáticas necesarias en la vida cotidiana se aprenden solas al estar muy enraizadas en el interés de las personas.
Pero resulta que la educación matemática y sus logros son importantes, no solo porque han sido asociados con índices de calidad de vida, como el propio progreso educacional, el empleo, el estatus socioeconómico y la estabilidad financiera de las personas, sino también porque desde la temprana infancia ese tipo de educación se entrelaza con el desarrollo del cerebro y la promoción de sus diversas capacidades. Todo ello sin olvidar que las matemáticas proporcionan una estructura o andamio mental sobre el que instalar y ordenar el mundo físico en el que vivimos.
La educación matemática importa, se asocia a índices de calidad de vida, como el propio progreso educacional, el empleo, el estatus socioeconómico y la estabilidad financiera de las personas
Es por ello que un grupo de investigadores del Departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Oxford y del Centro de Cognición Matemática de la Universidad de Loughborough, en el Reino Unido, ha tratado de averiguar si el abandono de la educación matemática en los jóvenes puede alterar el funcionamiento de las regiones cerebrales que garantizan el procesamiento de los números.
Con ese objetivo, en un amplio grupo de adolescentes, chicos y chicas, de 16 a 18 años y mediante técnicas de espectroscopia y resonancia magnética funcional escanearon y observaron la química y las conexiones funcionales de las neuronas del surco intraparietal y la circunvolución frontal media, regiones cerebrales que han sido implicadas, respectivamente, en la numeración y la resolución de problemas matemáticos tal como confirma un reciente meta análisis.
De entrada y como era de esperar, los alumnos que habían dejado de estudiar matemáticas, comparados con los que continuaron estudiándolas, mostraron un menor rendimiento en operaciones numéricas y razonamiento matemático, además de más altas puntuaciones en pruebas de ansiedad relacionadas con ese tipo de actividades. Lo novedoso, no obstante, fue que los estudiantes adolescentes con falta de educación matemática, comparados con los que sí la tuvieron, mostraron una reducción significativa del neurotransmisor GABA (ácido gamma amino butírico) en la circunvolución frontal media del cerebro.
Siendo el GABA un neurotransmisor inhibitorio, eso significa que la falta de educación matemática redujo la actividad inhibitoria en una importante área cerebral que, precisando más, ha sido implicada en el razonamiento, la computación compleja y el procesamiento algorítmico tanto en niños como en adultos. La inhibición de actividad de las neuronas juega un importante papel en el procesamiento cerebral al canalizar convenientemente la información y evitar redundancias e interferencias.
Desde la infancia la educación matemática se entrelaza con el desarrollo del cerebro, lo que proporciona una estructura mental en la que instalar y ordenar el mundo físico en el que vivimos
Más sorprendente fue que la concentración del neurotransmisor GABA en la circunvolución frontal media del cerebro no solo permitía saber si el adolescente estaba o no estudiando matemáticas, sino que fue un buen predictor de su capacidad de razonamiento matemático, aunque no de operaciones numéricas, unos 19 meses más tarde, lo que sugiere, asimismo, una implicación de la educación matemática en la plasticidad y el desarrollo del cerebro del adolescente.
Esos resultados, publicados en la prestigiosa revista norteamericana PNAS, confirman el importante papel del neurotransmisor GABA en la plasticidad y el funcionamiento cerebral, muestran las consecuencias negativas de una perdida específica de educación matemática en la adolescencia y ponen de manifiesto un efecto recíproco entre desarrollo cerebral y educación.
Queda, no obstante, por averiguar hasta dónde esa pérdida puede conllevar también dificultades en el desarrollo de otros procesos mentales diferentes que puedan estar asociados a la educación y el razonamiento matemático.
Fuente: Ignacio Morgado Bernal / elpais.com